sábado, 2 de mayo de 2020

La gran decisión

Empecemos por el principio, me enamoro, me echo novio, nos casamos y...decidimos aumentar la familia, jaja. Hasta ahí todo más o menos normal. Dependiendo de cada caso con variedad en el orden de los pasos u omisión de alguno que otro.
La verdad es que previamente a quedarme embarazada no me había planteado qué tipo de educación quería darle a mi futura descendencia. Pero llegado el momento llegué a la conclusión que una crianza bilingüe podría ser una buena opción. 
Siempre había admirado a mi querida 'German Sis' Annely. Nos conocimos en Brighton, en nuestra etapa de chicas Erasmus y desde entonces (ya hace unos cuantos años) tenemos una relación en la distancia muy especial. Ella como buena chica Erasmus encontró el amor y se terminó casando con uno de nuestros compañeros de piso. Tuvieron hijos y decidieron criarlos de forma bilingüe inglés-alemán con mucho éxito. Me fascinaba la idea, pero claro está que su situación no era la mía, sus hij@s iban a tener una necesidad imperiosa de usar los dos idiomas ya que, aunque viven en Alemania, la mitad de su familia está en Inglaterra y debían poder comunicarse con ell@s.
Enfrentarme al reto de educar de forma bilingüe a mi peque iba a implicar más obstáculos. No cabe decir, que el primer 'obstáculo' era convencer al padre de la criatura, jaja, digo 'obstáculo' entre comillas porque la verdad es que le pareció una muy buena idea desde el primer momento. En ese sentido nunca tendré ninguna queja ya que mi pareja siempre me ha apoyado en todos mis proyectos, por muy descabellados que le parecieran. Eso sí, me advirtió que el 'sacrificio' iba a ser mío ya que su nivel de inglés...pues eso...cubre la media de los españoles.
El segundo obstáculo al que me iba a enfrentar y me sigo enfrentando a día de hoy (mi peque ya tiene 3 añitos) es que vivimos en una comunidad en la que el inglés no forma parte de los idiomas utilizados cotidianamente. Yo siempre he pensado que la mayor motivación para usar un idioma es tener la necesidad de comunicarse en dicho idioma y, siendo realistas, pocas oportunidades iba a tener mi peke de necesitar el inglés en el día a día, o al menos, eso pensaba yo por aquellos entonces.
Y por último, pero no menos importante, otro obstáculo, no tenía ni idea de por dónde empezar, pero fíjate que eso no me preocupaba demasiado, tenía 9 meses para formarme al respecto y toda una vida para ponerlo en práctica. ¡Menuda aventura!

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